Durante siglos el ser humano ha practicado la meditación y la relajación como práctica de exploración de nuestra mente por medio del aquietamiento y distanciamiento del mundanal ruido.
Actualmente tenemos a disposición una nueva forma para tener acceso a nuestra subjetividad, silenciado la mente y sus preocupaciones para “viajar” hacia nuestros anhelos y sueños más profundos, estando aún despierto. Estar conscientes es algo muy valioso porque de ese modo nos sentimos seguros y contactados con un mundo interior que nos trae novedades y soluciones a nuestros problemas cotidianos y del diario proceso de sobrevivencia.
El filósofo y psicoterapeuta Eugene Gendlin inventó una forma de ponerse en contacto consigo mismo en forma inmediata y acompañar un fenómeno que él acuñó como la sensación sentida. Tenemos una sensación sentida para cada persona que nosotros hemos llegado a conocer, y tenemos una sensación sentida que registra e interpreta la realidad vivida con nuestro trabajo, nuestra profesión, familia, etc. La sensación sentida es una especie de matriz vivencial interna que es emocional, pre-conceptual, corporal, inmediata y autopropulsada. Ella se manifiesta por un presentimiento, una evocación recurrente de un suceso vivido, un algo que se manifiesta por un nudo en el estómago, una tensión que siempre es referida a algo. Ella siempre nos lleva a una visualización sana, ecológica, donde se cuida ancestralmente de nosotros mismos así como de los demás. La sensación sentida es holística, es decir incluye al alma y el cuerpo así como nuestras intuiciones y presentimientos más ocultos.
Cuando hayamos creado un espacio de 10 minutos sin interrupción, apagado el celular y asegurado de no ser interrumpidos, desde nuestra casa o desde nuestro trabajo podemos cerrar nuestros ojos suavemente y conectarnos con aquello que deseamos interactuar y que está dentro de nosotros. En nuestro cuerpo llevamos registrada toda nuestra existencia y en especial tenemos algunas de nuestras experiencias vividas, clamando por ser escuchadas para que sea el cuerpo quien las interprete de un modo sabio y resolutivo. Al cerrar los ojos, nos podemos transportar entonces hacia ese paisaje o estar con esa persona que queremos ver dentro de nosotros y determinar qué nos falta por decirle o qué interrogante tenemos respecto a ella, comprender los detalles de nuestro último encuentro o de esa entrevista que tuvimos o vamos a tener. Estar conectados a la sensación sentida nos otorga seguridad y autoestima, además de confianza en el fluir de los acontecimientos.
Podemos ensoñarnos y tomar contacto con lugar exóticos y otros mundos nunca explorados a través de nuestra sensación sentida. Podemos viajar al pasado, al presente y al futuro, porque nuestro cuerpo posee autopropulsión para interpretar y hablar en un lenguaje de imágenes aquello que deseamos comprender. Francisco Varela, nuestro filósofo de la ciencia – fallecido en el 2001 – nos dijo que nuestra mente e inteligencia están en nuestro cuerpo, más que en la cabeza, y desde nuestro cuerpo brotan los símbolos que logran interpretar creativamente los gritos y anhelos más profundos de nuestra persona holística. Podemos ensoñarnos y estar con nuestros seres queridos al igual que en un sueño, sólo que lo que acontece es en el presente y las luces que nos llegan desde el interior son claves para resolver nuestra cotidiana manera de estar en las situaciones concretas.
Al ensoñarnos o al consultar a nuestra sensación sentida, nos estamos conectando con la sabiduría de nuestro cuerpo, y dentro de sí mismo, cuando estamos vivos, existimos en una unidad indestructible de nuestro cuerpo junto a nuestra alma, junto a la presencia del universo entero dentro de nosotros. Ya lo decía Jung, en nuestro inconsciente colectivo estarían nuestros amigos los arquetipos, nuestros anhelos más sagrados y recónditos. Viajemos y descubramos nuestra sabiduría interior para así vivir fluidamente en un planeta y en un cosmos que se mueve al unísono con nuestro palpitar interno.
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